[...] Con el tiempo, aquel niño que era escéptico y extraño, porque le gustaba llevar agua en un colador. Con el tiempo descubrió que escribir era lo mismo que llevar agua en un colador. Al escribir, el chico se dio cuenta de que podía ser novicio, monje y mendigo al mismo tiempo. El niño aprendió a utilizar las palabras. Se dio cuenta de que podía hacer formas con las palabras. Y empezó a hacer cosas. Fue capaz de cambiar la tarde derramando lluvia sobre ella. El niño hizo maravillas. Incluso hizo florecer una piedra. Su madre le observaba con ternura. Su madre le dijo: ¡Hijo mío, vas a ser poeta! Llevarás agua en tu colador toda la vida. Llenarás los vacíos con tus perversiones, y algunas personas te amarán por tu falta de propósito. Manoel de Barros.
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