El estrés oxidativo surge de un delicado desequilibrio entre la generación de especies reactivas del oxígeno (ERO) y las defensas antioxidantes del organismo, que juntas desempeñan un complejo papel en la salud y la enfermedad celulares. El oxígeno, esencial para la producción de ATP en la respiración celular, genera paradójicamente ROS como subproductos que, si no se regulan, pueden dañar el ADN, las proteínas y los lípidos, minando la integridad celular. En las células sanas, los bajos niveles de ROS sirven como moléculas de señalización vitales, modulando diversos procesos celulares. Sin embargo, cuando la producción de ROS sobrepasa la capacidad antioxidante de la célula -algo común debido al envejecimiento, factores ambientales o enfermedades- el resultado es el estrés oxidativo, que puede conducir a la patogénesis de numerosas afecciones como trastornos neurodegenerativos, cáncer, enfermedades cardiovasculares y enfermedades autoinmunes.
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