Si quieres ser más como Cristo, tienes que comprometerte totalmente en cuerpo, alma, mente y voluntad a imitar Su ejemplo.
No hay medias tintas porque nuestra inercia espiritual es una carga muy pesada.
El espíritu divino vive en los corazones de toda la humanidad.
Podemos concebir a Dios con nuestra razón, o podemos sentir a Dios.
Es posible alcanzar la semejanza con Él, a través del amor, y si lo logramos, entonces escucharemos Su palabra.
Podemos razonar todo lo que queramos sobre Su existencia, pero razonando, la posibilidad de escucharlo es muy remota, diría inexistente porque el ego-mente nunca permitirá esa comunicación.
De ello se sigue que el hombre carnal no puede entender los asuntos espirituales; de la misma manera que para el hombre espiritual, los apegos y disfrutes del hombre carnal no son más que bagatelas en las que se pierde toda perfección.
El camino del corazón nos lleva a someter nuestras imperfecciones por amor a Jesús.
Para ello, necesitamos un corazón espiritual vivo y funcional.
En este breve ensayo, el autor señala, con la ayuda de expertos en el tema, algunos caminos disponibles para recuperar y descongelar nuestros corazones y para que puedan ser descontaminados del mal y vuelvan a ser el centro de nuestras vidas con Jesucristo.
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