En la antigüedad, las religiones y las primeras formas de pensamiento filosófico vinculaban la perversión con el pecado, el desorden moral y la pérdida de la virtud. Las doctrinas religiosas eran las encargadas de señalar qué comportamientos eran desviados y merecían condena. Sin embargo, con el advenimiento de las ciencias sociales y la psicología, la perspectiva sobre la perversión comenzó a diversificarse. Freud, por ejemplo, abordó la perversión como una manifestación de deseos reprimidos o de un inconsciente marcado por la represión sexual, mientras que otros pensadores y teóricos, como Michel Foucault, centraron su análisis en las estructuras de poder y control social que determinan qué es considerado "normal" o "desviado".
El concepto de perversión ha evolucionado significativamente. En la Edad Media, las normas morales y religiosas eran tan estrictas que cualquier desviación era vista como una transgresión grave, con consecuencias que iban desde la condena social hasta el castigo físico o la ejecución. A medida que la ciencia avanzaba, el estudio de la psicología, la sociología y la psiquiatría ofreció nuevas interpretaciones de la perversión, alejándose del enfoque moralista y buscando explicaciones más complejas que incluyeran factores psicológicos, biológicos y sociales.
En el siglo XX, la psicología clínica y la psiquiatría comenzaron a diferenciar entre la perversión como trastorno mental y aquellos comportamientos que simplemente retan las normas sociales, pero no necesariamente son patológicos. La popularización de los estudios sobre la sexualidad humana también desempeñó un papel vital, en el caso de conductas sexualmente no convencionales, como el sadomasoquismo, la exhibición y la fetichización, que antes eran etiquetadas como "perversas" sin un análisis profundo.
Una de las tensiones centrales en el estudio de la perversión es la línea difusa entre lo "normal" y lo "desviado". Mientras que lo normal se entiende como aquello que se ajusta a los valores y expectativas sociales, lo perverso se asocia con lo que va en contra de estos principios. Sin embargo, es fundamental entender que estos conceptos son relativos y cambian con el tiempo y el contexto. Lo que una sociedad considera perverso o inaceptable en un periodo histórico, puede ser revalorizado o incluso aceptado como normal en otro.
Por ejemplo, prácticas como la homosexualidad, que en muchas sociedades antiguas y modernas fueron vistas como perversas o desviadas, hoy en día son reconocidas como una orientación sexual legítima y aceptada en muchas partes del mundo. Esto evidencia cómo el concepto de perversión no es un criterio universal e inmutable, sino que responde a estructuras de poder, cultura y moralidad que varían a lo largo del tiempo.
En el libro se presenta una encuesta una serie de tipologías y reflexiones finales.
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