Los injertos óseos dentales desempeñan un papel importante cuando es necesario un soporte estructural o funcional. Los injertos se utilizan para proporcionar un andamiaje para la regeneración ósea, aumentar los defectos óseos resultantes de traumatismos o intervenciones quirúrgicas, restaurar la pérdida ósea resultante de enfermedades dentales, rellenar zonas de extracción para preservar la altura y anchura de la cresta alveolar, y aumentar y reconstruir la cresta alveolar. Desde una perspectiva puramente de crecimiento óseo, el hueso autógeno sigue siendo el mejor material de injerto debido a sus propiedades osteogénicas, que permiten que el hueso se forme más rápidamente y en condiciones en las que se requiere un aumento o reparación ósea significativa. Los principales aloinjertos, aloplastos y xenoinjertos utilizados para la restauración de defectos óseos y la promoción de la adhesión periodontal son el aloinjerto óseo liofilizado (FDBA), el aloinjerto óseo liofilizado desmineralizado (DFDBA), la hidroxiapatita (HA), los vidrios bioactivos, las partículas de fosfato tricálcico (TCP) y el hueso inorgánico purificado. Estos materiales de injerto se han utilizado para reconstruir el hueso, aunque pocos parecen favorecer en gran medida la regeneración del ligamento del tejido conjuntivo.
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