Mientras a principios del siglo xx se forjaban las grandes fortunas en Estados Unidos y célebres magnates copaban sus colecciones y casas de ensueño de obras de arte, en Europa las iglesias y monasterios se vaciaban. Es el anverso y el reverso de una época. El arte aragonés también fue víctima de aquella presión que se ejerció sobre el patrimonio, y que explica la existencia hoy en día de tantas piezas dispersas, algunas en destacados museos americanos.
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