El uso médico de la toxina botulínica como fármaco terapéutico comenzó tras su purificación en forma de cristalina y el posterior descubrimiento de que la inyección de pequeñas cantidades de toxina botulínica en el músculo hiperactivo provocaba una "relajación muscular" temporal. En la actualidad, las indicaciones clínicas de la toxina botulínica están aumentando rápidamente, desde el tratamiento de la hiperactividad del músculo esquelético y liso hasta el tratamiento de trastornos hipersecretorios y dolorosos. Las distintas toxinas botulínicas poseen potencias individuales, por lo que es necesario tener cuidado para garantizar un uso adecuado y evitar errores de medicación.
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