En Camerún, la población carcelaria se estima en unos 30.000 reclusos para una capacidad de 9.000, es decir, una tasa de ocupación del 432%. Frente a este hacinamiento, las condiciones carcelarias se vuelven inhumanas y responsables del deterioro de la calidad de vida de los reclusos. Los presos se enfrentan a una ruptura brutal con sus redes de apoyo. Este aislamiento perturba la dinámica familiar y genera estrés y ansiedad. Para reducir al máximo el suicidio, el estrés y la ansiedad entre los detenidos, es necesario establecer un clima de buenas relaciones y mantener los lazos familiares. El apoyo psicosocial es, por tanto, una variable esencial para mejorar la calidad de vida de los presos.
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