No se puede realizar una arquitectura de calidad si nuestro estudio no está correctamente organizado; en caso contrario, nuestras energías se malgastarán en la mera supervivencia. Hoy la actividad profesional de la arquitectura se ha complicado hasta la extenuación: además de proyectar, debemos gestionar permisos, cumplir normativas variopintas y cambiantes, contratar a colaboradores externos e internos, buscar encargos y presentar concursos, gestionar los recursos económicos para obtener beneficios, controlar y dirigir las obras y, por si fuera poco, atender una demanda de exigencia creciente por parte de nuestros clientes. Este manual facilita las herramientas básicas para que un estudio, por pequeño que sea, se transforme en una empresa, consiga un verdadero control económico del trabajo y, en consecuencia, libere tiempo y recursos para una actividad de categoría superior... y quizá hasta mejore nuestra calidad de vida (áojalá!).
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