El crimen juvenil, sobre todo aquel que proviene de zonas marcadas por la exclusión, convoca con fuerza al conjunto del cuerpo social. Irrumpe con estrépito, alimentando discursos punitivistas, fomentando la criminalización de la juventud y alentando propuestas que buscan reducir la edad de imputabilidad. Pero estas respuestas, en lugar de sanar la herida, profundizan su sangrado. Hernández, lejos de sumarse a esa lógica, insiste en la necesidad de pensar otras vías: investigar, comprender, intervenir con políticas públicas que no agudicen la exclusión, sino que la desarmen. Como las figuras de Los suplicantes -esas pequeñas esculturas de piedra, reproducidas en la tapa de esta edición, talladas en tiempos en que la tierra comenzaba a repartirse con desigualdad-, estos jóvenes claman, aún en su silencio, por una escucha distinta. Este libro se enriquece con una dimensión singular: la de la experiencia clínica. Hernández escribe desde la práctica, como parte de los equipos técnicos del Dispositivo Puente y el Programa de Libertad Asistida Tutelar del Sistema Penal Adolescente de Tucumán. Es allí, en el trabajo cotidiano con jóvenes concretos, donde su voz encuentra sustento y humanidad. Gabriela Abad
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