Horizonte de sucesos. La Edad Media Oscura es una novela sobre un mundo donde los seres humanos pueden convertirse en dioses, donde el amor es más fuerte que el destino y donde la oscuridad no es más que una forma de la luz que olvidó quién era. Britania se hunde bajo presagios de ruina. William, un muchacho que toda su vida evitó la violencia, recibe una corona que para él se convierte en una carga, no en un don. No nació para la espada, pero es la espada la que lo elige; no busca el poder, pero el poder siempre llega a quien más lo teme. William no deseaba ser un héroe, y sin embargo el mundo lo convierte en el último sostén posible. Y cuando la luz de su corazón se vuelva demasiado intensa, esa misma luz se transformará en un precio que nadie estaba dispuesto a pagar. Pero toda luz proyecta una sombra. Julian, el hermano mayor de William: fuerte, orgulloso, nacido para la espada y la gloria. Al principio, él parece el auténtico héroe, aquel ante cuya brillantez palidece el humilde pastor William. Pero el amor por la misma mujer, la envidia ante la luz ajena y un destino de salvación que se convierte en maldición abren un hueco para la oscuridad en su corazón. Julian no es un villano caricaturesco, sino un antagonista trágico: un hombre cuyas buenas intenciones, juramentos asumidos y sangre ajena derramada lo transforman, paso a paso, en quien alzará la espada contra su propio mundo... y contra su hermano. Isabella -una mujer de sangre ancestral que la convirtió en vampira no por elección, sino por destino- vive dividida entre el día humano y las noches de inmortalidad, y su corazón, entre dos hermanos. Su amor por William es silencioso, tierno, sanador; su vínculo con Julian es apasionado, profundo, peligroso. A través de ella, ambos hermanos se revelan -uno en la luz, el otro en la sombra- y su amor se convierte en la fuerza capaz de salvar, destruir e incluso resucitar. En el lejano Oriente, la niña muda Mihira, de Varanasi, forja una unión imposible según las leyes del mundo: no un pacto de poder, sino una amistad con el djinn Tiamat. Ella no lo domina: lo escucha. Él no la sirve: aprende de ella. Su magia no desgarra la realidad, la cura: es la luz que sutura grietas, el aliento que devuelve calor a las ciudades, la memoria que hace al ser humano seguir siendo humano. Su camino no trata del poder, sino de cómo una niña frágil y un espíritu ancestral se convierten en quienes saben preservar mientras el resto del mundo aprende a destruir. A través de ellas se abre la otra cara de las leyendas: allí donde la fuerza no exige sangre, y donde incluso entre dioses y monstruos es posible seguir siendo uno mismo. Mientras tanto, muchos pueblos -dvergar, nagas, dríadas y sidhe, demiurgos, licántropos y nacidos del dragón- ofrecen sacrificios voluntarios para que el mundo no se desgarre bajo los pasos de la oscuridad. Pero en las grietas entre los mundos despiertan los elfos oscuros: aquellos que no buscan la guerra por gloria ni necesitan el mal por placer. No son monstruos, sino un pueblo empujado al borde de la existencia. Solo buscan sobrevivir mientras su propio mundo muere. Su alquimia puede cortar los límites de los mundos, y sus artefactos elevan a mortales hasta el nivel de dioses. Pero cada vez que nace un nuevo poder, una parte del mundo muere: un bosque, una ciudad, un río, una era entera. Por eso su camino no es el de los villanos, sino el de quienes comprendieron demasiado tarde que el precio por salvar un mundo es la muerte de otro. Es una fantasía medieval oscura, impregnada del olor a humo de forjas, pan de caminos, sangre de juramentos y rocío de amaneceres. Y es un drama de amor donde la elección entre luz y sombra puede volcar el mismo cielo. Cuando el mundo se acerca a su horizonte de sucesos, nadie puede regresar siendo el mismo: ni los
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