Entre 1878 y 1919, los antiguos contornos prácticamente se habían borrado. Rusia pasaba, o intentaba pasar, del mundo de Bizancio al de Detroit. Tanto Alemania como América disputaban a Gran Bretaña la pretensión de ser el taller del mundo. La aparición de partidos de izquierda, la agitación de unas nacionalidades largo tiempo reprimidas - polacos, finlandeses, checos, ucranianos, irlandeses y muchos otros-, el derrumbamiento del imperio de los Habsburgo y del otomano, la proliferación de colonias francesas, británicas y belgas en toda África, las nuevas manifestaciones políticas del poder de la Iglesia, todo ello hizo que se acelerara la marcha, ya vertiginosa, de los acontecimientos.
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