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La democracia no ha curado a España de su morofobia secular. Con más de ochocientas ilustraciones, La imagen del magrebà en España prueba que el insulto al vecino del sur es constante en nuestra iconografÃa. Doce siglos de estereotipos peyorativos sobre los musulmanes en general y los marroquÃes en particular no han preparado a la población española para dar una cálida bienvenida a los inmigrantes procedentes del sur del Estrecho. Asà que, aunque los medios de comunicación y las organizaciones progresistas se esfuercen por denunciar la xenofobia y el racismo, mucha gente en la calle, y…mehr

Produktbeschreibung
La democracia no ha curado a España de su morofobia secular. Con más de ochocientas ilustraciones, La imagen del magrebà en España prueba que el insulto al vecino del sur es constante en nuestra iconografÃa. Doce siglos de estereotipos peyorativos sobre los musulmanes en general y los marroquÃes en particular no han preparado a la población española para dar una cálida bienvenida a los inmigrantes procedentes del sur del Estrecho. Asà que, aunque los medios de comunicación y las organizaciones progresistas se esfuercen por denunciar la xenofobia y el racismo, mucha gente en la calle, y tambiÃ(c)n en el Gobierno de Amar, asocia al marroquà con la suciedad, el ruido y la delincuencia. Lo constata Eloy MartÃn Corrales en su La imagen del magrebà en España, un libro que explora un camino valientemente abierto por Juan Goytisolo y que, reciÃ(c)n aparecido, ya puede ser considerado un clásico en esta materia. MartÃn Corrales ha recopilado más de 800 imágenes sobre el moro producidas en España entre los siglos XVI y XXI, y en su inmensa mayorÃa son negativas para el vecino del sur. Constituyen toda una propaganda de guerra, vinculada a los que Antonio Miguel Bernal señala en el prólogo: â??España es el único Estado europeo occidental que, en buena parte de su territorio, y en el transcurso de tres a ocho siglos según regiones, perteneció al ámbito de los paÃses islámicos, y el único que, a su ves, en una especie de desquite histórico, mantiene desde hace cinco siglos una presencia controvertida en el norte africanoâ??. Comienza esta propaganda con la Reconquista, que, para desprestigiar al enemigo musulmán, le atribuye las supuestas caracterÃsticas de falsedad, traición, perfidia, maldad, perversidad, crueldad, cobardÃa y sexualidad â??cabrÃa decir bisexualidadâ?? desenfranada. Y continúa con las razias en las costas españolas de los corsarios de BerberÃa, durante los siglos XVI y XVII, España libra en Marruecos la guerra cuando se forja la advertencia de â??Moros en la costaâ??. Ya en el XIX de 1859-1860 al grito de: â??Guerra, guerra al infiel marroquÃâ??, y en ese periodo nace el orientalismo pictórico de los Mariano Fortuny y Antonio Muñoz Degrain, que sirve para fijar los clisÃ(c)s de indolencia, ferocidad, fanatismo y lujuria, lo último con imaginarias escenas de odaliscas en el harÃ(c)n. En el siglo XX a España le costó 20 años hacerse con el control de las zonas del Rif y la Yebala que le tocaba colonizar. Las derrotas del Barranco del Lobo (1909) y Annual (1921) convirtieron a los marroquÃes en unos â??cafresâ??, a los que habÃa que â??aplastar sin contemplacionesâ??. No obstante, una vez asentado el Protectorado, nació una nueva imagen: la del â??morito buenoâ??, el primitivo, ingenuo, simpático y dolicocÃ(c)falo individuo en chilaba que decÃa: â??Paisa, yo estar amigoâ??. Y, como observa MartÃn Corrales, se desarrolló una segunda ola de pintura orientalista, más realista y respetuosa, liberada en gran medida de prejuicios y fantasmas, que tuvo en Mariano Bertuchi su figura más señera. El romance duró poco. La participación de tropas moras en la guerra franquista contra la República resucitó, esta vez entre la izquierda, los estereotipos de brutalidad y lascivia. Y mientras Dolores Ibarruri denunciaba a â??la morisima salvaje, borracha de sensualidad, que se vierte en horrendas violaciones de nuestras mujeresâ??, la derecha tenÃa que inventarse mitos, como en de la comunidad de creencia en Dios de marroquÃes y franquistas, para justificar el recurso a la ayuda militar de los sarracenos. El contrasentimiento terminó con la mascarada de la Guardia Mora de Franco y la escena valleinclanesca de Mohamed Ben Mizián, capitán general de Balicia, haciendo la ofrenda a Santiago Matamoros. Observa acertadamente MartÃn Corrales que la visión positiva de lo moro que intentó difundir el franquismo jam¿ás llegó a cuajar popularmente, como lo prueban los tebeos de El Guerrero del Antifaz o El Capitán Trueno. Además de imágenes bien explÃcitas, MartÃn Corrales espiga de estos comics los siguientes insultos dirigidos al vecino sur: â??Moro del infiernoâ??, â??puerco sarracenoâ??, â??vil traicioneroâ??, â??pajarraco de mal agÿeroâ??, â??sabandijaâ??, â??chusmaâ??, â??esbirro del diabloâ??, â??cara de betúnâ?? y â??moránganoâ??. ¡Y eso que era amigo del rÃ(c)gimen! Un fenómeno curioso descrito en La imagen del magrebà en España es que junto al odio al moro real y cercano existe a veces en España una simpatÃa por el moro lejano o imaginario. En tiempos fue la leyenda del buen Abencerraje, el noble exiliado granadino, y hoy es el entusiasmo por el militante del Polisario. MartÃn Corrales recuerda que la imagen del fiel y noble guerrero saharaui, el muy literario hijo de la nube, en contraposición a la del desleal y cobarde marroquÃ, comenzó a ser forjada a fines de los cincuenta por los militares españoles destacados en el Sáhara Occidental. ¿Es posible que muchos progresistas la adopten ahora como coartada inconsciente para su morofobia?