En lo que respecta al cuerpo, la meditación enseña a lidiar con el dolor sin rechazarlo. Algunos métodos pueden modificar la valoración subjetiva de las experiencias sensoriales y mejorar la gestión del dolor. La meditación reduce la presión arterial y fortalece el sistema inmunológico. No solo con la edad, sino en todas las etapas de la vida, la meditación es una herramienta contra el agotamiento, la depresión (incluidas las recaídas), la ansiedad y los trastornos del sueño, entre otros. En el ámbito social, se ha demostrado que la meditación fomenta la apertura a las relaciones, ya que nos hace más equilibrados, lo que aumenta la tolerancia hacia nosotros mismos y hacia los demás. Los hallazgos empíricos muestran un aumento de la densidad de la materia gris y una mayor activación en las regiones del cerebro relacionadas con la empatía, la compasión, la pertenencia, la regulación de las emociones, el desarrollo personal y el amor. Los expertos desaconsejan iniciar la práctica de la meditación en casos de depresión grave y en casos psiquiátricos límite, ya que sin el acompañamiento de un psiquiatra con experiencia en meditación no es útil y puede intensificar los síntomas psicóticos. Se presenta un ejercicio de meditación evaluado.
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