Proporcionar protección total a los elefantes a través de las AP (áreas protegidas) establecidas supuso todo un reto. La protección conseguida ha minimizado eficazmente la necesidad de los elefantes de desplazarse estacionalmente (especialmente fuera de las AP) para encontrar comida, agua y refugio. Esta realidad eliminó las limitaciones naturales de la población de elefantes y alteró la distribución espacial anterior. Los desplazamientos previos de los elefantes para encontrar las necesidades básicas ya no les obligaban a reubicarse estacionalmente, lo que fomentaba directamente el aumento de la población dentro de las AP. Liberados de estas limitaciones, la garantía de zonas de "refugio seguro", exasperada por la provisión de oportunidades artificiales de agua, les ha permitido redistribuirse por toda el área de distribución del AP, concentrando las poblaciones de forma más uniforme. Los elefantes perseguidos adicionales fueron atraídos al AP a través de la perturbación del paisaje exterior lograda mediante la invasión urbana; los paisajes, ahora contrastados radicalmente, se abrieron a la agricultura comercial y comunitaria, proporcionando una modificación generalizada del paisaje; cambios no naturales que invaden el AP, abriendo la vegetación natural que allí se encuentra, sustituida por oportunidades de alimentación improvisadas.
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