Cada mañana, en las carreteras asfaltadas de las capitales o en las pistas polvorientas de los pueblos, se repite el mismo ritual: niños, a menudo hambrientos y asustados, con bolsas a la espalda y la esperanza colgada al hombro, caminan hacia la escuela. Detrás de ellos, familias enteras se desangran invirtiendo lo poco que tienen en una promesa. Tienen fe en un futuro mejor para sus hijos, sellado por un diploma. Esperan un retorno de su inversión.La única motivación de esta educación se resume en una sola palabra: éxito. Esta palabra nos ha llevado a escribir la variable motivación (nuestro título) en singular. En todas partes, cuando oímos "este niño va a triunfar, mi hijo ha triunfado", la escuela sigue siendo el punto de referencia. Es necesario aclarar este mensaje psicológico y social.
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