El constitucionalismo fue para la humanidad un fenómeno de lenta consolidación de derechos y garantías fundamentales. El impacto de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, cuando actos horrendos como el holocausto nazi fueron legitimados por la legislación del Estado alemán, fue una advertencia a la humanidad de que la ciencia por sí sola nunca podría alejarse de los valores éticos, y así también el derecho, como rama de la ciencia, como ciencia jurídica, nunca podría haber creído en el poder de las fórmulas, de la aplicación de la fría ley descontextualizada del caso práctico, que la ciencia jurídica nunca podría haber creído que un día el poder judicial podría cumplir la función de ser justamente la 'Boca de la Ley' de Montesquieu. En este sentido, el Neoconstitucionalismo representó el acercamiento de la ciencia jurídica a los principios morales y éticos y al, digamos, superprincipio nacido de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, el Principio de la Dignidad de la Persona Humana. Ahora, más que nunca, corresponde al juez asumir la responsabilidad de hacer realidad los derechos y garantías fundamentales, negándose efusivamente a ser la pieza principal del tablero del neoliberalismo.
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