Y ella, que en el interludio entre las noches, en el interludio entre los siete mares, se sentía fuera del espectáculo, espectadora y no protagonista de su interludio personal, perdida entre las filas del público tras la opaca vitrina que le impedía captar la autenticidad del sonido, se convertía, en el interludio entre los días, con la caracola al oído, en la orilla del interludio entre las siete maravillas de la tierra, en directora de orquestra de su obra personal, dándole forma al sonido, creando armonía. Improvisación que se convierte en arte.
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