Hay tres elementos significativos para comprender el sentido de la misión que Moniz creía haber recibido: haber nacido noble, en la condición de lo que en aquella época se llamaba un 'fidalgo de provincia', aunque admitía con indiferencia que había 'prosopias de nobleza' en su familia; el añadido identitario que consistió en el 'suplemento bautismal' tomado del tutor del primer rey de Portugal, del que su tío abad afirmaba descender; y la idea generalizada entre los nobles de que debían realizar hazañas ilustres para constituir ejemplos heroicos para el resto de la sociedad y, por lo tanto, ser recordados y celebrados, liberándose así de la ley de la muerte... Mientras las vocaciones se sucedían, el sentido de la misión se consolidaba. 'Dejar una obra hecha' seguía siendo un punto nodal en el destino que quería para sí mismo.
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