La prolongada guerra civil de Angola dejó al país sumido en el sufrimiento, la muerte y la destrucción de infraestructuras. El sector sanitario fue uno de los más afectados, lo que se tradujo en los peores indicadores de salud. La tasa de mortalidad, utilizada como uno de los principales factores decisivos para evaluar hasta qué punto la población se ve privada de los niveles mínimos esenciales del derecho a la salud, suele ser la más baja del mundo y registra altas tasas de mortalidad materna e infantil. Partiendo de la base de que los países más ricos gastan más en sanidad, tanto en términos absolutos como en porcentajes, la riqueza petrolera angoleña no ha interpretado, por el contrario, un logro significativo de los indicadores sanitarios. Desde el alto el fuego de 2002, el país ha disfrutado de un extraordinario rendimiento económico impulsado por el aumento de la producción de petróleo y la extracción de diamantes. Los ingresos procedentes de las exportaciones de petróleo han contribuido a aumentar la renta nacional bruta per cápita hasta casi triplicar la media del África subsahariana. El estudio concluyó que no existe una correlación positiva entre la riqueza petrolera y la reducción de la carga sanitaria. Se necesita una gran voluntad política por parte de los dirigentes para asignar presupuestos sanitarios suficientes que permitan superar los retos sanitarios existentes en Angola.
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