¿Qué se pierde cuando se guarda el pasado? Guardar es un acto ético. Cada decisión de Conservación es responsabilidad compartida que crea o rompe vínculos entre pasado, presente y futuro. Conservar transforma la memoria común y obliga a responder por lo que se transmite a quienes vendrán: por eso es un acto ético. Durante décadas, la ética de la conservación se ha apoyado en principios universales y reglas fijas, como si la corrección de una intervención pudiera deducirse de antemano. Hoy sabemos que esa visión es insuficiente: cada obra, cada contexto y cada comunidad exigen deliberar de nuevo. Este ensayo propone una ética relacional: una práctica crítica y compartida que integra identidad, significatividad, antifragilidad y evolutividad para guiar decisiones responsables, situadas y abiertas al futuro.
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