En el mundo en el que vivimos, tomamos decisiones diarias sobre el riesgo, ya sea caminar, ir en bicicleta, conducir o tomar el metro para ir al trabajo. Lo hacemos sin pensar mucho en los riesgos que conlleva y no perdemos el sueño pensando en cuál es el riesgo más alto o más bajo. Nuestros pensamientos suelen girar en torno a cuál es la opción más conveniente o menos costosa. Es cierto que no existen reglas fijas para la gestión del riesgo, pero dar un paso atrás y hacer una pausa en la vida por un momento y pensar en cómo se puede reducir el riesgo aumentará en gran medida el éxito en la consecución de los objetivos generales en la vida.
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