Más por diversión que por investigación, Arthur Goodell y su compañero Kellerman, habían ingerido pequeñas dosis de tales fármacos, recurriendo luego a todos los «trucos» que tenían a su alcance en la Sección «PP».
Los resultados obtenidos eran auténticas obras de quimera y pesadilla, relatos hiperfantásticos, la sublimación de la locura, la esquizofrenia y la neurosis artificial.
Aquel día, empero, Arthur Goodell no se encontraba de humor para realizar experiencias. Tampoco tenía anotada ninguna visita o reconocimiento. Podía ir a visitar a la señora Morrison o bien llamarla por visófono.
El doctor Evanston había ordenado recoger todas las impresiones oníricas de la singular paciente de la sala 245, que era un dechado de fantasía mental, porque la locura de la señora Morrison iba más allá de los límites de la siquiatría.
Pero Arthur estaba profundamente abatido.
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