En este nuevo escenario, los sistemas fiscales deben adaptarse a una economía digitalizada, en la que los datos y las transacciones transnacionales juegan un papel destacado. Además, las tensiones entre los países por la competencia fiscal y la lucha contra la evasión y elusión fiscal son más evidentes que nunca. La implementación de impuestos sobre nuevas formas de riqueza, como los generados por la tecnología, el big data o las criptomonedas, es un área clave en la que los gobiernos deberán innovar para garantizar una recaudación justa y eficiente.
Otro factor que influye en el futuro de los impuestos es el papel creciente de la cooperación internacional, que busca armonizar las normativas fiscales y evitar la erosión de las bases impositivas en los países en desarrollo, donde las brechas fiscales son más amplias. En paralelo, las cuestiones medioambientales están cobrando fuerza, con una mayor presión para implementar impuestos ecológicos que contribuyan a la sostenibilidad global.
Además, la pandemia de COVID-19 aceleró la digitalización de muchas economías y reveló las debilidades de los sistemas fiscales tradicionales, lo que obligó a muchos países a reformar sus estructuras tributarias y encontrar nuevas formas de generar ingresos. Este cambio hacia lo digital presenta tanto oportunidades como desafíos: por un lado, la posibilidad de sistemas tributarios más eficientes y transparentes, por otro, el riesgo de generar nuevas formas de desigualdad fiscal si no se gestionan correctamente. El futuro de los impuestos también debe considerar la evolución de los mercados laborales, con el aumento del trabajo remoto y la transformación de las industrias tradicionales. Los impuestos sobre el trabajo y el consumo digital serán una parte importante de este futuro, pero también surgirán nuevos retos relacionados con la tributación de la economía espacial, la inteligencia artificial, la automatización y el bienestar social.
El futuro de los impuestos a nivel mundial estará determinado por la interacción de múltiples factores: la digitalización, la globalización, los avances tecnológicos, las necesidades sociales y las nuevas formas de trabajo. A medida que los gobiernos busquen adaptarse a estos cambios, los sistemas fiscales deberán ser más flexibles, inclusivos y preparados para enfrentar las nuevas realidades de una economía global interconectada.
En el libro se presenta una encuesta, una serie de tipologías y reflexiones finales.
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