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Desde que el sacerdote jesuita Salvador Freixedo publicara en 1969 la primera edición de Mi Iglesia duerme, donde expuso sus enormes diferencias con la jerarquía de la Iglesia católica a la que pertenecía, sus páginas han constituido una revelación para cientos de miles de cristianos (y no cristianos) en todo el mundo. El presente libro es una crítica dura, aunque respetuosa, del triste estado de la Iglesia que Freixedo vio y vivió en primera persona. Freixedo habla de «una sociedad de lobos, donde los poderosos aplastan a los débiles, los ricos les roban a los pobres y los jerarcas se…mehr

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Produktbeschreibung
Desde que el sacerdote jesuita Salvador Freixedo publicara en 1969 la primera edición de Mi Iglesia duerme, donde expuso sus enormes diferencias con la jerarquía de la Iglesia católica a la que pertenecía, sus páginas han constituido una revelación para cientos de miles de cristianos (y no cristianos) en todo el mundo. El presente libro es una crítica dura, aunque respetuosa, del triste estado de la Iglesia que Freixedo vio y vivió en primera persona. Freixedo habla de «una sociedad de lobos, donde los poderosos aplastan a los débiles, los ricos les roban a los pobres y los jerarcas se pastorean a sí mismos». Y habla de la interpretación del Evangelio, del celibato, de los bienes de la Iglesia, del apostolado, el laicado, los dogmas, el episcopado, la Santa Sede y de mucho más, no dejando casi ningún aspecto de la Iglesia fuera de estas páginas. La presente edición modernizada, incluye, además, algunos documentos gráficos de la época que muestran el escándalo (como el documento de prohibición de la publicación de Mi Iglesia duerme en España por parte de la censura, un documento histórico) y las consecuencias que conllevaron la publicación del presente libro.

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Autorenporträt
Biografía original, publicada en la primera edición de este libro: El autor, que por propia confesión dista mucho de ser el teólogo profesional, y sí en cambio hombre de acción, «soldado de fila» (asesor de la J.O.C. durante trece años), afirma que «ya es hora de que en la Iglesia dejen de oírse únicamente las voces de los Jerarcas y de los teólogos» y se escuche también a los que «sin explicar, ni defender, ni, muchas veces, comprenderlas estructuras de la Iglesia, se limitan a padecerlas en lo que tienen de defectuoso» y que no por eso mismo gozan de una mayor autoridad para poder enjuiciar la encarnación de la teología y de la pastoral de la Iglesia en la vida del pueblo. Este libro es una dura crítica (hecha desde dentro y con amor) de muchos de esos defectos de estructura (externa y mental) que tan difíciles son de ver y de admitir desde posiciones jerárquicas, y que por otro lado le están acarreando actualmente a la Iglesia un mal que puede ser funesto para los años venideros. Las críticas abiertas y aun ásperas que hoy se escuchan por todas partes en la Iglesia no provienen necesariamente de «mentes alucinadas por el confusionismo de los tiempos» ni de «curas comunistas», ni suponen una «traición y mucho menos un abandono de la fe», sino antes al contrario, provienen en su gran mayoría de un gran sentido de responsabilidad para con la Iglesia, En realidad, sería mucho más cómodo (y al mismo tiempo mucho más irresponsable) el quedarse callado. Si estas críticas se hiciesen cada vez más frecuentes (y ese es indudablemente el caso actual), la Jerarquía y en concreto la Santa Sede «haría honor a su sabiduría de siglos si les prestase una atenta consideración, haciendo un serísimo examen de conciencia en lo interno y una nada epidérmica reestructuración en lo externo, pensando que el Espíritu Santo no solo se deja oír por los escritos de los teólogos, sino también, como muy frecuentemente lo ha demostrado la historia, por las palabras y aun por las protestas de los «simples fieles». Esta actitud será mucho más maternal y sabia que la autodefensa a ultranza, basada en un desfasado «principio de autoridad» o, lo que es peor, la condenación de aquellos que se atreven a hablar. Gestos como el recientísimo de la «supresión de santos» suenan a política contemporizada que alborota a los que hasta ahora habían estado tranquilos y no satisface a los que ven la necesidad de reformas mucho más profundas. Los santos se están muriendo ellos solos sin necesidad de ninguna sentencia romana. No agravemos su agonía natural.