Los conocimientos de los pueblos de origen, es decir, de quienes son primero que los demás, deberían ser divulgados con mayor fuerza. Una de sus consignas básicas y vitales, es la de re-existir, en otras palabras: volver a ser, disponer de voz, de encuentros, de perspectivas, de reconocimiento, de identidades, donde se pueda sacudir una epidemia que todavía los salpica: la vergüenza, la sumisión, también dejarlos ser. En varios de ellas y ellos, quedó la idea de considerarse menos, inferiores, por la injerencia de las iglesias que los ha sometido y el poder político que los ha relegado. Todavía en Colombia se avizoran posturas de considerarlos como en la Constitución de 1886: sin alma, incivilizados, irracionales, cercanos a lo animal. Mini narraciones ancestrales, ofrece 44 relatos, donde se habla de seres en lengua propia como: Tutriaka, Pishimisak, Kirma, Kumba, Serankua, jais, Pütshipu, Shikwakala, entre muchos más. Intenta recuperar los nombres originales de las comunidades, entre otras: Yanakuna, Iku, Misak, Nasa, Kaggabba, y muchos más, que, al desplazar sus nombres originales por otros, también les quitaron parte de su esencia. Caminar la palabra, es encontrar identidades. Al recorrer tanto personas como lugares, este libro da cuenta de ellos y de sus cosmovisiones.
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