Cualquier línea que escriba tiene la savia del árbol. Ya lo dijo Aurelio Arturo: "Cada hoja, una sílaba". Las raíces, troncos, ramas, flores, frutos y semillas... nuestra vida toda se parece al árbol. Ellos son padres, madres, alimento, sombra. Somos como los árboles en un constante ciclo de nacer, crecer, florecer y morir. Unos no renacemos. Otros no florecemos. Todos morimos. Y al marcharnos nos entierran en un ataúd de madera, para que no quede duda de su generosidad y cobijo de principio a fin. Estos poemas son un reconocimiento no solo a los árboles, sino también a todas las voces que los han exaltado. Liliana Isabel Velásquez H.
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